Un desierto árido atravesado por unos espectros fantasmales sin rumbo y sin pasado. Sus rostros están ajados por el tiempo y sus huellas desaparecen antes de ser borradas por el viento. Juan Rulfo nos ha legado este universo en «El llano en llamas» y en «Pedro Páramo», dos pequeñas obras maestras que son, sin duda, muestras de lo más grande de la literatura en castellano.