Benjamín tiene que hacer un dibujo genial y no se le ocurre por dónde empezar. Angustiado, se topa con la publicidad de El jardín de la ideas, el lugar perfecto para ir a conseguir una. Pero pronto entiende que las ideas no crecen como flores, tampoco pescan carnadas fáciles, y si corretean sin rumbo, no siempre son las correctas. Cada uno tiene un camino para encontrar sus propias ideas, una ruta que nadie más conoce. Y la suya resulta ser bastante especial.